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sábado, 29 de agosto de 2020

Diario de diseño: Infinite City Jam

Buenos días! Cuesta retomar el blog después de tenerlo abandonado por varias semanas, pero me parece un mejor lugar que Twitter para comentar en qué estoy trabajando sin los límites de caracteres.


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Primero, acá no está posteado, pero publiqué Labyrinth of Verra hace algunas semanas, para Eclectic Bastionland Jam. Sin embargo, dado que pasó hace bastante, prefiero hacer otro posteo a mitad de semana comentando en detalle sobre este juego y sobre los planes a futuro que tengo para él.

Este artículo es, más bien, para comentar en qué estoy trabajando actualmente, habiendo rendido ayer un parcial que me tenía ocupado. 

Game Jam of the Infinite City

Esta jam me viene perfecta, ya que hace tiempo me interesa explorar jugar en entornos urbanos, y cómo eso cambia la experiencia. Y éste es el concepto que fui armando en mi cabeza estas semanas:

Existen un limbo, una zona a la que van a parar todas las ciudades fallidas, aquellas que estuvieron cerca de alcanzar la máxima gloria como metrópolis, pero no lo lograron. El limbo urbano es un collage de ciudades interconectadas, pero también de líneas temporales, realidades alternativas, ucronías o ciudades que nunca existieron, en una periferia en la que los bordes de la realidad se vuelven difusos. Una de las ciudades en este limbo es Buenos Aires, sobre la que tratará este juego, pero hay muchas otras

Algunas personas llegan al limbo urbano (nombre definitivamente provisorio) buscando algo (una persona perdida, un sueño imposible, un pasado que ya no existe), otras ya son criaturas de la calle hace tiempo, y es natural que terminen acá. Otras personas buscan un hogar o un escape hacia el mundo civilizado, donde todo funciona correctamente.

Sea cual sea la razón por la que están acá, el limbo ofrece oportunidades interesantes si uno está dispuesto a alejarse de la seguridad de las avenidas: productos prohibidos, mercancías de origen dudoso a buenos precios, artefactos de otros mundos que no deberían existir ni funcionar. 

Sin embargo, a medida que uno se aleja de una avenida para adentrarse en lo profundo de algún barrio, la distorsión empieza a atacar: deambulando sin cuidado, es posible terminar en otro barrio, sí, pero también viajar en el tiempo hacia delante o hacia atrás, llegar a líneas temporales alternativas (ucronías) o a versiones alternativas de nuestro mundo en el que las cosas son ligeramente distintas (una Buenos Aires habitada por reptilianos, por ejemplo). Lo mismo es posible cruzar una calle y sin advertirlo llegar a una ciudad completamente distinta, ya que en este limbo todas están entretejidas.

Éste sería el pitch básico del juego. La idea es basarme un poco en los cuentos de Dolina y Borges sobre la ciudad, en Electric Bastionland para incorporar elementos más fantasy o extraños, en la película argentina Moebius. A continuación, les dejo un punteo de ideas mecánicas sobre las que pienso construir el juego:

  • Las avenidas serían los medios seguros para viajar entre los diversos barrios de la ciudad sin arriesgarse a la distorsión, pero son también muy caros, ya sea para alojamiento o para comprar suministros. Además, nada ilegal o extraño se puede encontrar en ellas. Las oportunidades, lo inesperado, se encuentra adentrándose en los diversos barrios, lejos de las avenidas.
  • Fuera de las avenidas, el juego se dividiría en manzanas o bloques. Al entrar a cada una, los pjs se arriesgan a que la distorsión los aleje ligeramente de su objetivo. El sistema de distorsión determina cómo la ciudad se deforma conforme se alejan los pjs de la avenida, y la distorsión es mayor cuanto más lejos se está.
  • Cada manzana contiene un nudo, una escena relacionada a la historia o cultura de la ciudad, relacionada con circunstancias que llevaron a que la ciudad quede confinada a este limbo. Estos nudos serían comentarios políticos sobre la actualidad e historia de la ciudad y, cómo no, de la situación argentina como conjunto. Pienso en escenas como la noche de los bastones largos, por ejemplo. Otros nudos pueden ser más bien leyendas urbanas o contener elementos fantásticos.
  • Para cada acción, un pj puede contribuir a aflojar ese nudo, reforzarlo aún más, o subvertirlo, aunque no es el propio jugador el que toma esa decisión. Cada uno de los 3 tipos de tirada tiene sus riesgos y beneficios, y funcionarían, de algún modo, como la dificultad de una tirada, aunque atada al mundo del juego.
  • El entramado urbano funciona, de algún modo, como un laberinto, dado que al salir de una manzana, no hay garantías de que puedas volver a ella. Sin embargo, los vecinos de cada manzana pueden ayudarte a orientarte o para volver a alguna manzana ya visitada.
  • Me interesaría poder hacer que el juego y el setting sean modulares. Se podría utilizar la guía de Buenos Aires con su sistema de distorsión, para navegar el limbo urbano utilizando cualquier sistema de reglas, o incorporar las reglas de este juego. También sería posible expandir el limbo urbano con guías a otras ciudades, reales o no.
  • La guía a Buenos Aires contendría descripciones de cada barrio (me voy a limitar a 6 barrios, no todos), algunas tablas para generar manzanas y nudos, junto con apartados con decadas importantes para la historia de la ciudad, leyendas urbanas y elementos de su cultura. Algo que pueda encarar de manera realista en 40 días.
  • Me faltaría desarrollar un poco más las posibles motivaciones de los personajes para recorrer la ciudad.
Eso es todo por hoy. Para la semana que viene, me gustaría subir un microrrelato y tal vez un post sobre El Laberinto de Verra, especialmente si pongo a prueba el juego mañana, como tengo planeado.
Nos vemos!

martes, 11 de agosto de 2020

La cárcel cíclica

Me encuentro mirando este video ensayo sobre quedar atrapado en revivir el pasado una y otra vez, sobre volver constantemente a situaciones con la esperanza de poder cambiarlas, sí, esta oportunidad, para obtener de vuelta el mismo resultado. En el video se habla del klexos, del acto de revisitar el pasado aportando contexto y perspectiva crítica, para quebrar con ese círculo vicioso.

No concuerdo con la naturaleza puramente mental de estas cárceles cíclicas, de las que se saldría apenas con un acto reflexivo. Su naturaleza y limitaciones son mucho más físicas de lo que creemos, y las transitamos a diario: vivimos atrapados en ciclos de espacio-tiempo como la democracia, las relaciones monógamas, el trabajo, la familia, y otras instituciones.

En la película "The Endless" (El Infinito), todos en las cercancías del campamento de la secta están atrapados en un ciclo de algún tipo, que termina con la muerte. Muchos, como varios de nosotros, son vagamente conscientes de los patrones de repetición, pero aún así no pueden abandonar esa compulsión.


¿Alcanza el reconocimiento reflexivo para escapar de las garras de la repetición alienada? Por supuesto que no. Si algo no nos falta como generación es la autoconsciencia: gracias al miasma de consciencia colectiva que es internet, vivimos una hipertrofia de la crítica, ironizando sobre cada aspecto de la vida social, todavía seducidos por la esperanza de que la opinión pública haga entrar en razón a personajes como Viviana Canosa. 

Pero los ciclos avanzan, y se despliegan en toda su teatralidad. Conscientes de la escenografía, de la ficción de participar en un proceso de decisión colectiva, votamos. Conscientes de lo que es la deuda externa y de su carácter sistémico, aprobamos su pago o reestructuración, porque esta vez sí vamos a salir. Conscientes de cómo se desmorona todo, seguimos trabajando, estudiando, recorriendo los senderos marcados.

Nunca valió menos la consciencia crítica, porque la cárcel cíclica opera sobre nuestros cuerpos, los programa. Salir del ciclo es menos un discurso pomposo (como éste) que una piedra arrojada o una desconfiguración física. ¿Tendremos cuerpos todavía para cuando termine esta cuarentena?

Cuando escribí el Laberinto de Verra, la condición que puse para escapar de un ciclo fue acumular al menos 1 punto de Memoria. Pero eso fue incorrecto o iluso, fue muy León Gieco. Como mucho, la memoria nos da la impotencia de ver cómo la repetición maquínica sigue ahí, indemne, de lamentarnos y escribir una canción dolida, porque no estamos realmente afuera o a salvo, nunca se lo está. 

Algo de esto está en el juego, ya que escapar de un ciclo no implica escapar del laberinto, es apenas condición inicial para empezar a transitarlo, y en el horizonte se dibuja la horrorosa perspectiva de estar incluso los despiertos, los que tenemos memoria, atrapados en un ciclo de otro tipo, más sutil.

Nuestro ciclo es otro, el del ilustrado unitario indignado, siempre indignado, siempre desubicado, acercándose inconsciente al Matadero, humillado hasta morir.